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Rioja, sus vinos, sus bodegas, su entorno: Pura emoción para los sentidos

¡Que viaje a Rioja Vinovianos! Rioja y el Otoño van de la mano y viajar en esta época del año no es sólo una experiencia sensorial, es todo un viaje al corazón de una tierra donde el vino se vive, se respira, se siente, ¡amor por el vino! A principios de Noviembre tuve el privilegio de recorrer esta  región con mis compañeros de la AEPEV (Asociación Española de Periodistas y Escritores del Vino), visitando tres grandes bodegas que, cada a una su manera y estilo, representan lo mejor de Rioja: Izadi, Remírez de Ganuza y Murua. En cada parada, los sentidos fueron los auténticos protagonistas, recordándome por qué Rioja es una de las grandes regiones vinícolas del mundo.

Vista: los viñedos singulares de Izadi

Nuestra primera parada fue en Bodegas Izadi, en Villabuena de Álava, y desde el primer momento supe que estaba en un lugar especial. Fundada en 1987 por Gonzalo Antón, esta bodega representa la unión perfecta entre innovación y tradición, con un respeto absoluto por la naturaleza. No es casualidad que su nombre, Izadi, signifique “naturaleza”. Rodeada por 178 hectáreas de viñedos con una edad media de 45 años (y esos viñedos singulares, menudo “regalo”), Izadi ha convertido estas parcelas en auténticas joyas que producen uvas de una calidad excepcional.

La visita comenzó al pie de la viña, en un paisaje que, aunque regado por una ligera llovizna, no perdía ni un ápice de magia. Las gotas brillaban sobre las hojas de las cepas perfectamente alineadas, mientras los tonos dorados y rojizos del otoño seguían robando protagonismo. La lluvia, lejos de molestar, le daba un toque más auténtico. ¿Qué es de Rioja sin un poquito de agua para sus viñas?

Con este escenario como telón de fondo, Iván y su equipo nos recibieron con una sonrisa y nos adentraron en los secretos de los viñedos de Izadi. Y aquí viene la pregunta: ¿sabéis qué es un Viñedo Singular? Alfonso, el responsable de campo, nos lo explicó como si estuviera narrando una historia: estas parcelas son la joya de la corona. Representan lo mejor de Rioja Alavesa, en un entorno privilegiado, con un cuidado casi artesanal que convierte cada racimo en un capítulo de su legado.

Y no podía faltar la primera copa del día: El Regalo Blanco Viñedo Singular 2021. Acompañado por un queso Idiazabal, que elevó aún más si cabe la experiencia, cada sorbo fue como un viaje a través del tiempo y el terroir. ¡Menudo regalo! Literalmente, este vino hace honor a su nombre. Pero lo mejor llegó cuando nos contaron la historia detrás de su nombre: el viñedo fue plantado por un hombre que se lo ofreció a su futura esposa como regalo de bodas, al considerar injusto que sólo ella aportara la dote al matrimonio. Los herederos perpetúan la tradición y el viñedo está protegido por la ermita de Nuestra Señora de El Regalo, donde tuvimos la gran suerte de disfrutar de este vino. ¿O quizás la historia es otra? Puede que el vino guarde aún más secretos, tendréis que descubrilos por vosotros mismos.

Entre sorbos y risas, nos dimos cuenta de que la conexión con la tierra aquí es más que evidente. La lluvia, los viñedos, el vino… todo encajaba como piezas de un puzle perfecto. 

“No es casualidad que su nombre, Izadi, signifique “naturaleza”

Posteriormente nos adentramos en la bodega, diseñada en cinco alturas que aprovechan un desnivel natural. Este diseño permite utilizar la gravedad en el proceso de elaboración, cuidando cada detalle desde la entrada de la uva hasta su transformación en vino. Es fascinante observar cómo este planteamiento, no solo preserva la pureza de la uva, sino que optimiza cada fase del proceso de elaboración, reduciendo al máximo cualquier intervención que pudiera comprometer su calidad. El recorrido nos llevó por diferentes salas hasta llegar a su “santuario”, donde reposan los grandes vinos de Izadi en botellas de añadas anteriores. Allí catamos El Regalo tinto “Viñedo Singular”, un vino que recoge la esencia y el alma de la Rioja Alavesa, con una elegancia y profundidad que enamoran.

 

Lo que distingue a Izadi es su equilibrio entre modernidad y tradición. Desde prácticas sostenibles que minimizan su impacto ambiental, hasta espacios sociales diseñados para acoger a los visitantes con una cálida hospitalidad, manteniendo esa esencia cálida y humana tan característica de las bodegas familiares. En su comedor disfrutamos de una experiencia gastronómica que complementó a la perfección sus vinos y fue un auténtico desfile de sabores: tartar de salmón ahumado, croquetas de jamón ibérico y pollo asado, pochas a la riojana, chuletillas de cordero y, de postre, una irresistible torrija de pan brioche.

Cada plato estuvo acompañado por una cuidada selección de vinos: Izadi Larrosa Rosé, Blanca y Negra 2023, Izadi Crianza 2021 y Izadi Selección Tinto 2019, que maridaron a la perfección.

El broche final fue una verdadera sorpresa: el Izadittone clásico, un panettone elaborado especialmente para la bodega por la Casa Loison. Hecho con una crema especial procedente de las uvas de la bodega, pasas y frutas. Una delicia que nos dejó a todos sin palabras. Formato magnum ¡3 kilos! Un espectáculo.

En Izadi, los vinos son un reflejo de su filosofía: elegantes, complejos y profundamente conectados al terroir de Rioja. Aquí, la innovación no solo respeta la autenticidad, sino que la potencia y la enriquece, ofreciendo una experiencia que trasciende la copa.

Olfato y tacto: la perfección de Remírez de Ganuza

Cuando la noche empezaba a caer y el aire otoñal traía consigo ese inconfundible olor a pueblo, chimeneas y calma, nos dirigimos al corazón de Samaniego, a Bodegas Remírez de Ganuza. Más que una bodega, este lugar se siente como un hogar. Desde el primer momento, la tranquilidad y la paz que transmite su complejo te envuelven. Es un espacio que invita a quedarse, a explorar cada rincón, a dejarse llevar y, ante todo, a disfrutar. Helena y Leyre nos recibieron con esa calidez que te hace sentir como si estuvieras en tu propia casa.

Fundada en 1989 por Fernando Remírez de Ganuza (que en paz descanse), esta bodega es una extensión de su visión, diseñada como si fuera su propia casa. En cada rincón se respira calidez, cuidado y una atención al detalle que va más allá de lo habitual.

Lo primero que impacta al llegar es la limpieza. Cada espacio está impecable, reflejando una obsesión por la pulcritud que se extiende a todos los aspectos de la elaboración del vino. Fernando, proveniente de una familia del sector cárnico —aunque él trabajó como corredor de uvas y viñedos—, trasladó al mundo del vino ese rigor y orden donde todo debía estar perfectamente desinfectado y organizado. La sala de barricas es un ejemplo perfecto: cada tapón está protegido con una servilleta o tapas de botes reciclados para recoger cualquier desbordamiento. Es una imagen que refleja su filosofía: cada detalle importa y no hay lugar para la improvisación.

“Cada espacio está impecable, reflejando una obsesión por la pulcritud que se extiende a todos los aspectos de la elaboración del vino”

Desde la vendimia, realizada manualmente en cajas de 12 kilos, hasta la selección de las uvas en una mesa diseñada por él mismo, todo en Remírez de Ganuza respira perfección. La mesa de selección, completamente integrada en la estructura de la bodega, impresiona tanto por su funcionalidad como por su precisión. Cada racimo pasa por un riguroso proceso de reposo a temperatura controlada antes de entrar en el sistema de elaboración, que respeta al máximo la calidad de la uva.

La innovación es otro pilar fundamental de la bodega. Fernando revolucionó la forma de trabajar el tempranillo, separando los racimos en dos partes: los hombros, destinados a sus grandes vinos de guarda como el Remírez de Ganuza Reserva y el Gran Reserva, y las puntas, utilizadas para el joven Erre Punto. Además, el método de Trasnocho, patentado en 2001, permite extraer el vino suavemente, sin oxidación ni fricción, logrando que cada gota exprese la esencia pura de la tierra y la filosofía de la bodega.

Finalizamos la visita en su sala de catas, donde probamos tres de sus joyas: Remírez de Ganuza Olagar 2016, Fincas de Ganuza Reserva 2017 y Remírez de Ganuza Reserva 2016. Cada vino es reflejo de una elaboración minuciosa y detallada, que habla de pasión y dedicación. 

 

Sin apenas tiempo para digerir todo lo que habíamos vivido, nos desplazamos al Hotel Viura, donde nos esperaba una cena memorable. Disfrutamos de un menú diseñado para brillar junto a los vinos de la bodega: Buñuelo de morcilla de wagyu con manzana y velo de papada ibérica, crema de calabaza con vieira y crujiente de jamón, lubina en papel de arroz con fondo de nécora y, como plato principal, pularda plancheada con cremoso de boniato. El broche final fue una deliciosa torrija de brioche con helado, todo acompañado por los vinos Erre Punto Tinto 2023 y Viña Coqueta 2015.

Fue un colofón espectacular para un día lleno de emociones y grandes momentos. Nos quedamos extasiados, con la sensación de haber vivido una experiencia única que combina perfección, calidez y excelencia. Pero el viaje no terminaba aquí: aún nos esperaba una última bodega.

Oído y gusto: el arte y el vino en Murua

Con la emoción todavía presente, nos desplazamos a Elciego, donde nos esperaba la última parada de nuestra ruta, Bodegas Murua, la guinda perfecta para cerrar este viaje por Rioja. Perteneciente al grupo Masaveu desde 1974, Murua celebra este año su 50 aniversario, medio siglo dedicado a la elaboración de grandes vinos que combinan tradición e innovación con un respeto absoluto por el entorno. Con sus 80 hectáreas de viñedo propio repartidas en 51 parcelas, esta bodega captura como pocas la esencia del terroir de Rioja Alavesa.

Desde la entrada, los sonidos te envuelven: el crujir del suelo bajo los pies, el eco suave en la sala de barricas y, si escuchas atentamente, el susurro del viento sobre los viñedos. Es una atmósfera tranquila, meditativa, que invita a disfrutar y desconectar. Pero la conexión de Murua con el arte la hace aún más especial. Cada rincón parece un museo, con una colección impresionante de cuadros y libros que refuerzan la idea de que el vino, al igual que el arte, es una expresión de belleza y pasión.

Comenzamos la visita en la sala de barricas, donde Teresa y Mathieu nos explicaron con maestría el proceso de elaboración de sus vinos. En Murua no solo se trabaja para hacer grandes vinos, también están comprometidos con la sostenibilidad. Desde 2020, han apostado por un enfoque ecológico y una viticultura regenerativa, con el objetivo de restaurar el suelo, aumentar su capacidad para captar carbono atmosférico y favorecer un ecosistema natural para el cultivo de la uva.

“Cada rincón parece un museo, con una colección impresionante de cuadros y libros que refuerzan la idea de que el vino, al igual que el arte, es una expresión de belleza y pasión”

El recorrido continuó hacia el edificio principal, una joya arquitectónica que evoca las antiguas casas solariegas de la zona. Aquí se encuentra uno de los grandes tesoros de Murua: su colección privada de arte y su biblioteca, con más de 2.455 libros y revistas. Entre ellos, destaca el curioso ejemplar de 1862 “Elaboración de toda clase de licores y vinagre artificial” de Luis Sala Casto, un libro que recoge recetas para elaborar desde Burdeos hasta Borgoña. Un verdadero viaje en el tiempo para los amantes de la cultura del vino.

Antes de pasar a la cata, Chelo nos ofreció un repaso de la amplia oferta de enoturismo que ofrece Murua. Desde visitas completas a los viñedos y la bodega hasta catas personalizadas de su colección, Murua propone experiencias para todos los gustos. Incluso tienen un Wine Bar para quienes prefieren disfrutar de una copa de vino en un ambiente relajado.

En la cata, tuvimos el privilegio de probar cinco de sus grandes vinos: Murua Blanco Fermentado en Barrica 2022, Murua VS, Murua 2021, Murua Reserva 2016 y el exclusivo Veguín de Murua Gran Reserva 2016. Cada uno de ellos es un reflejo de la dedicación y el cuidado que se respiran en esta bodega. Sus vinos combinan la elegancia de la tradición riojana con un enfoque contemporáneo.

La experiencia terminó con una comida espectacular, un festín diseñado para maridar a la perfección con sus vinos. El menú comenzó con cremosa croqueta de jamón, seguido de ensaladilla rusa con ventresca de bonito, gamba y huevo, y un exquisito estofado de hongos. El pescado fue un bacalao al pil pil, mientras que la carne, una jugosa falda de cordero, se acompañó con ensalada, patatas y pimientos asados al horno. Como colofón, disfrutamos de una textura de leche acompañada por la Sidra de Hielo Valverán 20 Manzanas. Todo esto fue maridado por dos grandes magnums: Murua Blanco Reserva 2017 y Veguín de Murua Gran Reserva 2014.

El tiempo pareció detenerse mientras degustábamos estos platos y vinos, una experiencia que no solo sació el paladar, sino que también alimentó el alma. Cada botella, cada plato y cada rincón de Murua es un recordatorio de por qué Rioja es un lugar único.

Murua fue, sin duda, un gran final para esta ruta riojana, cerrando con broche de oro un viaje que quedará en la memoria para siempre.

Rioja, una experiencia para los sentidos

Cada bodega fue una experiencia y una perspectiva única de Rioja. En Izadi, la conexión con la naturaleza y su firme compromiso con la sostenibilidad me inspiraron profundamente. En Remírez de Ganuza, la obsesión por cada detalle y su constante búsqueda de innovación fueron una lección de perfección. Y en Murua, la fusión entre arte y vino me transportó a un universo donde cada botella es una obra maestra.

Rioja no es solo una región vinícola, es un lugar que despierta los sentidos y acaricia el alma. Aquí el vino es una forma de vida, un puente hacia las emociones y de momentos que perduran en la memoria. Una tierra que, cuando la descubres, se queda contigo para siempre.

El vino es pasión, es vida, es disfrute, es amor y conexión. El vino es alegría, no dejéis pasar la oportunidad de descubrir Rioja y su magia. Cada sorbo es único, irrepetible.  

¡Que viaje a Rioja Vinovianos!

¡Salud!